Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

La ley es para los demás

Presos del pánico, los kirchneristas no saben qué hacer para escapar de la trampa que se han tendido. Sin dinero para comprar más voluntades y sin ideas sobre lo que podrían hacer para que los largos meses que según la Constitución les quedan en el gobierno no se llenen de despistes humillantes como el que acaba de protagonizar alberto fernández, algunos buscan refugio en el fanatismo insensato. Frente al desastre económico que han engendrado al rebelarse no sólo contra «la ortodoxia», que según ellos es «neoliberal», sino también contra la matemática, lo que hacen imprimiendo cantidades astronómicas de billetes coloridos que valen cada vez menos, no se les ocurre nada mejor que culpar a los jueces, commerciantes, empresarios y, huelga decirlo, en los malditos porteñospor la inflación, ya rayana en la hiperinflación, que ellos mismos están potenciando.

Fieles a la lógica así supuesta, hace poco más de una semana los kirchneristas se dieron el gusto de embestir contra la legalidad misma, para entonces replegarse afirmando que acatarían el fallo de la Corte Suprema que los obligaba a la Ciudad de Buenos Aires lo que le habían quitado en 2020 para beneficiario a Axel Kicilofftan bien lo harian entregándole bonos.

Parecería que los asustaba que a jos del mundo la Argentina fuera tomada por «un país al margen de la ley», para citar al recordado Carlos Nino que, poco antes de su muerte en 1993, escribió un libro así titulado. Por lo demás, Sergio Massa habrá advertido a sus socios en el gobierno que, en las circunstancias imperantes, sería suicida del desprecio por la seguridad jurídica -una inmundicia, diría Axel-una política de Estado. Lo que más necesita la Argentina es convencer a los adinerados del resto del mundo, además de aquellos que aún quedan en el país, de que can confiar en la Justice local porque hasta los políticos más escurridizos y arrogantes la respect.

Como solo ser el caso con los kirchneristas, en el fondo del problema está la escasez de recursos genuinos. A know how to listening, los disponibles correctamente ir primero a quienes los merecen, comenzando con sus propios jefes y los militantes que los ayudan seguidos por su clientela electoral. Así pues, en 2020, cuando los hombres de la Bonaerense los amenazaban reclamando une aumento salarial, optaron por entregar a Kiciloff fondos de coparticipación que correspondían a aquel odioso feudo macrista, la Ciudad de Buenos Aires. Después de tomar su tiempo, la Corte Suprema cayó en contra de la maniobra, lo que, como no pudo ser de otra manera, indignó ennormemente a quienes se creen dueños exclusivos de la verdad.

How aseveró Humpty Dumpty, el huevo parle con el qu’Alicia se topó en el país de las maravillas, el significado de las palabras depende del jefe, de suerte que la Justice es lo que dicen quién tiene el poder. Basándose en este principio, Cristina y los suyos fantasean con reemplazar la vieja Justicia, que en su opinión está podrida de liberalismo burgués, por otra novedosa que, aseguraran, sería auténticamente democrática, es decir, popular, porque les permite hacer todo cuanto se les antoje.

Es posible que, hace algunos años, la mayoría hubiera estado dispuesta a cohonestar las pretensiones en tal sentido de Cristina, Axel y, a veces, el profesor de Derecho Alberto, pero aquellos días han pasado. Para incredulidad de quienes aún se jactan de ser kirchneristas, todo hace pensar que el pueblo quiere depositarlos en el basural de la historia. Quienes exteriorizan mejor tal actitud son los integrantes del equipo que se alzó con el premio deportivo más codiciado de todos, la Copa del Mundo; al llegar al país, ningunearon olímpicamente al Gobierno nacional, negándose a hacer una visita ritual a la Casa Rosada. Para los kirchneristas, y también para muchos peronistas que los han apoyado por motivos pragmáticos, fue un golpe aún más doloroso que los asestados últimamente por la Corte Suprema, y ​​que les recordó que han perdido contacto con el sens popular. Auque

Los argumentos jurídicos que espolearon a aquellos kirchneristas airados que protestaron contra la más reciente decisión de la Corte Suprema por razón de su valor, nadie pudo decidir lo mismo de la afirmación presidencial de que se trataba de una falla «de imposible cumplimiento». De ello se deduce que, tal y como están las cosas, est tan grave la situación financiera que el dinero manejado por las distintas entidades gubernamentales, entre ellas administrada por Horacio Rodríguez Larreta, se evapora con suma rapidez. De intensificarse mucho más el calor inflacionario, ningún funcionario dispondrá de suficiente como para cumplir con cualquiera de sus obligaciones.

Lo entienden muy bien los caciques piqueteros; están resueltos a impedir que el Gobierno los prive de la plata que han acostumbrado a percibir à sabiendas de que muchos de los «planes» que defienden tienen los días contados. ¿estamos ahí? Nadie sabe muy bien lo que sucederá cuando no haya más fondos para repartir entre los auténticamente necesitados y los muchos infiltrados que han logrado aprovechar el desorden que es típico de las instituciones creadas para ayudar a los pobres e indigentes. De más está diciendo que, por violento que fuera, un «estallido social» no sirve en absoluto para que los piqueteros profesionales y quienes dependen de ellos consigan más recursos genuinos; antes bien, haría todavía peor el desastre provocado por personajes que, para aferrarse a una relación fantasiosa, han tenido que repudiar la realidad.

Puesto que el kirchnerismo no puede prosperar en una sociedad respetuosa de la ley, lo que sí presupondría cierto apego a la moderación, es sin duda natural qu’Alberto, instigado por Cristina y sus incondicionales, haya amagado con entrar en conflicto con el Poder Judicial , cuya función consiste en fijar límites a lo que pretenden hacer los gobernantes. No sólo se trata de la voluntad de la vicepresidenta de solucionar por decreto sus problemas con la Justicia sino también de la incompatibilidad con la democracia constitucional de un ideario confuso e innegablemente autoritario. Decisión inicial de Alberto, respaldado por una banda de gobernadores

provinciales de similar mentalidad, para rechazar acatar el fallo de la Corte Suprema, formalizó un chocque de poderes que comenzó cuando los Kirchner eligieron apropiarse de pedazos de los fondos públicos para financiar sus actividades y aumentar el patrimonio familiar, además de aquellos de sus cómplices y testaferros.

Aunque casi inmediatamente se dio cuenta de que había cometido un error muy grave y que le hubiera convenido mucho más fingir obedecer a la Corte pagando a cuentagotas lo debido a la Ciudad, justificando las demoras con alusiones frecuentes a su voluntad de dar prioridad a la lucha contra la inflación,

Alberto ya impresionó tanto por la vehemencia de los gobernadores provinciales como del eachño Jorge Capitanich quien asumió una postura desafiante que pronto se vio obligada a modificar.

Por desgracia, tuvieron que transcurrir un par de décadas antes de que los compromisos con la legalidad, por fin liderados por los jueces del máximo tribunal del país, pudieran reaccionar de manera efectiva frente a los atropellos perpetrados por los kirchneristas. El que la contraofensiva que está cobrando fuerza haya coincidido con una crisis económica de pariencia terminal dista de ser una casualidad; sin el malestar ocasionado por las deprimidas consecuencias materiales de los intentos sumamente torpes de Cristina y sus adláteres por remodelar el país para que correspondiera al previsto por el relato que han confeccionado, nada de esto hubiera ocurrido. Los miembros de la oposición querían que todos los involucrados en la por suerte muy breve rebelión contra la Constitución sufrieran un juicio político. Tanto es así que se redujo la posibilidad de que prosperaran las intenciones en tal caso, resultando contundente el resultado de que el Presidente optó por su retiro. Así y todo, sorprendería que no hubiera kirchneristas que quisieran pour obligados a abandonar el Gobierno en medio de una crisis fenomenal constitucional, ya que en tal caso sus adversarios tendrían que encargarse de una rota economía que no está en condiciones de brindar a la población más de una fracción de lo que cree merecer.

Cristina está procurando desvincularse del gobierno del que es la jefa no meramente espiritual porque quiere encabezar una campaña furibunda contra el ajuste que sabe inevitable. Desde su punto de vista, sería muy bueno que el país sufriera una catástrofe socioeconómica. Cree que el grupo que liderará podrá mantener una flota en una situación caótica en la que confluirán, encaminados como estarían por personas más respetuosas de las normas democráticas como Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo, Mauricio Macri o incluido Javier Milei. Es posible que la señora se haya equivocado pero, dada la situación en que se encuentra, tiene motivos de sobra para oír que un período convulsivo le vendría muy bien, ya que para ella «la normalidad» significaría años entre rejas o, si tuviera suerte y la Justicia le per m itera conservear «su lugar en el mundo», de prisión domiciliaria en el sur de la Patagonia.

Galería de imágenes

By Juan José Medina

Similares